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Al Sáhara lo que es del Sáhara



Hace ya casi tres años que visité los campos de refugiados saharauis situados en el desierto de Argelia. Era la primera vez que vivía en primera persona la situación del pueblo saharaui. Si bien conocía algunas personas que desde el País Valencià colaboran en el suministro de productos básicos y medicinas y a familias que acogen en verano a niños y niñas saharauis, la realidad era muchísimo más dura de lo que me podía imaginar.

Los primeros dos días uno se podía dejar maravillar por la novedad, la lengua y la amabilidad saharaui, pero con el tiempo vas captando los problemas derivados de una vida durante décadas en el desierto. En términos humanos, es terrible, y en el ambiente, conforme profundizabas en conversaciones, se palpaba el hartazgo.


Para comprender los motivos que han podido llevar a la declaración del cese del Alto al fuego se hace necesaria una visión más amplia e histórica, la cual pretendo resumir aquí.


Lo primero que me gustaría dejar claro es que el Sáhara Occidental no es una tierra yerma sin interés alguno. Este territorio tiene uno de los caladeros de pesca más abundantes de la costa atlántica africana, el mayor yacimiento de fosfatos y otros yacimientos de patróleo, gas, etc... Por tanto, es una tierra rica y es lo que explica que existan diversas potencias interesadas en quién controla y explota sus recursos naturales.


En cuanto al conflicto actual, podríamos decir que se inició en el año 1975, cuando el último gobierno franquista firmó los denominados Acuerdos Tripartitos de Madrid con Mauritania y Marruecos, cediendo a éstos ilegalmente la provincia del Sáhara, que en aquellos momentos era territorio español. Y digo ilegalmente dado que el Tribunal Internacional de la Haya se manifestó de la siguiente manera en su Dictamen de 16 de octubre de 1975:

La conclusión del Tribunal es que los materiales e información presentadas a él no establecen ningún vínculo de soberanía territorial entre el territorio del Sáhara Occidental y el reino de Marruecos o la entidad mauritana. Por tanto, el Tribunal concluye que no ha encontrado vínculos jurídicos de tal naturaleza que puedan afectar a la aplicación de la resolución 1514 de la Asamblea General [de las Naciones Unidas] a la descolonización del Sahara Occidental y, en particular, al principio de autodeterminación a través de la libre y genuina expresión de la voluntad de los pueblos del territorio.

Es decir, lo que venía a decir esta resolución es que no podía cederse este territorio violentando el legítimo derecho de libre determinación del pueblo saharaui y, por tanto, sin realizar el previo referéndum que la resolución del 14 de diciembre de 1960 de la Asamblea General de la ONU reconocía.


A pesar de las continuas resoluciones de Naciones Unidas reclamando dicho referéndum, Marruecos y Mauritania decidieron ocupar el Sáhara Occidental. Fueron los saharauis, en defensa de sus derechos, quienes iniciaron la resistencia armada que daría paso a una guerra de cerca de 15 años de duración, hasta que en el año 1988 se firmaron los Acuerdos de Paz de Houston y, poco después, el Alto al fuego. Es en estos escritos donde se acuerda realizar un referéndum de autodeterminación bajo el control de la ONU, cosa que no ha ocurrido a día de hoy.

Para entender el posicionamiento actual del pueblo Saharaui debe atenderse a la impunidad de Marruecos ante el expolio de recursos naturales de forma ilegal, el incumplimiento de los acuerdos internacionales y la persecución de saharauis en los territorios ocupados; pero también debe empatizarse con la situación de un pueblo que lleva malviviendo 45 años en el desierto, dependiendo de ayudas internacionales (sufriendo doblemente el castigo de la última crisis económica, pues ésta tuvo como consecuencia la eliminación de ayudas a la cooperación de muchas instituciones públicas), con las consecuencias en términos vitales, psicológicos, económicos, de dignidad y de vidas que tiene todo ello.


Un ejemplo de la opresión y la persecución ideológica y racial que sufre el pueblo saharaui es la reacción del gobierno marroquí ante la constitución en el año 2010 del Campamento de la dignidad de Gdeim Izik, pero también todos los centenares de presos saharauis desaparecidos y torturados. De las protestas de Gdeim Izik se desataron arrestos arbitrarios y se condenó a 21 presos políticos, imponiéndoseles penas absolutamente desorbitadas (a ocho de ellos, cadena perpetua) y saliendo de la cárcel dos de ellos habiendo cumplido más años en ella de los que el tribunal dictó para éstos.


Entidades observadoras del desarrollo del juicio como el Consejo General de la Abogacía Española, Human Rights Watch, Amnistía Internacional o el Centro Robert F. Kennedy han denunciado numerosas irregularidades y la falta de garantías procesales suficientes para calificar el juicio de justo y transparente, además de defender que el Tribunal no tenía competencia para juzgar los hechos, ya que el Reino de Marruecos no cuenta con jurisdicción sobre el Territorio No Autónomo del Sáhara Occidental.


De la misma manera, el Comité de la ONU contra la tortura concluyó el mes de noviembre de 2016 que Marruecos había vulnerado la Convención contra la Tortura en relación a un condenado, Naama Asfari, señalando que el tribunal no podía basar sus sentencias en confesiones obtenidas mediante torturas y maltratos. En este sentido, la Audiencia Nacional española concedió en octubre de 2016 el Estatuto de Refugiado Político a Hassana Aalia, uno de los activistas juzgados en rebeldía y condenado a cadena perpetua por el Tribunal Militar Marroquí.

De ahí que muchos saharauis se hayan alzado al grito "mejor morir por una causa que vivir esperándola”, ya que se hace insoportable para un pueblo vivir en estas condiciones, ante la mirada impasible de la comunidad internacional, máxime cuando existe un reconocimiento de su situación jurídica y no hay duda sobre su derecho de autodeterminación. ¿A qué se espera? ¿A que el pueblo saharaui muera de hambre o se rinda? Imaginemos vivir así durante 45 años sin expectativas de mejorar nuestras vidas, esperando a que terceros países se decidan a cumplir sus compromisos internacionales mientras un país extranjero se enriquece a costa de los recursos de nuestra tierra. De todo punto inaceptable.


Es por todos los motivos aquí expuestos que resulta inaplazable el reconocimiento de la soberanía del pueblo saharaui sobre el territorio del Sáhara Occidental. Algunos podrán espantarse con la idea de una nueva guerra, pero... ¿estos últimos años de persecución, torturas e impunidad internacional qué han sido si no? Paz para el pueblo saharaui seguro que no.


La paz no existe sin justicia. Bajo el atropello constante de derechos fundamentales no puede haber paz. Si alguien se atreve a subestimar al pueblo saharaui, se equivoca. Un pueblo que ha conseguido resistir 45 años a una guerra y un exilio en el desierto, que ha logrado organizarse, conseguir financiación internacional, apostar por la educación de su población (poseen un 96% de alfabetización según la ONU) y que continúa sumando apoyos internacionales no es un pueblo amilanado ni incapaz de afrontar cualquier reto. La solución, me temo, no será fácil ni inmediata para ninguna de las partes del conflicto. En cualquier caso, y ocurra lo que ocurra, le deseo suerte y manifiesto todo mi apoyo al derecho legítimo de autodeterminación y reconocido internacionalmente del pueblo saharaui.



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