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El papel de Compromís


Hace una semana se cumplieron 3 años de la formación de los gobiernos plurales en el País Valencià. 3 años que han supuesto la abolición de muchos prejuicios respecto de la izquierda y especialmente respecto de una formación como la de Compromís, acusada de tantas cosas, y que ha demostrado una capacidad de adaptación y acción relevante y una valentía y responsabilidad destacables sin renunciar a sus objetivos políticos ni a su propia naturaleza.


Frente a la pasividad política del PSOE, la acción de Compromís, desde su nacimiento, se basó en una contestación a las políticas reaccionarias del PP que habían dilapidado libertades ciudadanas y derechos sociales, privatizando servicios públicos que, además, se demostraron ineficientes al mismo tiempo que se evidenciaron una pieza más del entramado delictivo de un partido que se financiaba ilegalmente.


Sin Compromís no se habrían entendido (y quién sabe si, quizá, no hubieran sido posibles) la conformación de mayorías en ciudades tan importantes para el Partido Popular como València o Alacant.


Tres años más tarde, València es un referente en movilidad sostenible, València es ciudad acogedora y puerto de solidaridad en contraposición con una Europa insolidaria y reaccionaria. València ha dejado atrás la corrupción y su alcalde es el símbolo de una nueva etapa que mira al futuro y apuesta por una sociedad diversa, abierta y mejor cohesionada. La construcción y asimilación de este relato es crucial. De hecho, quien ha dotado a los gobiernos plurales de singularidad, estabilidad y relato, además de capacidad de transformación, ha sido esencialmente Compromís. Pero, ¿por qué es importante esto?


La formación valencianista ha puesto en práctica aquello que afirmó Ernesto Laclau: “La función del representante político es dotar de un lenguaje y una capacidad de movilización a esos sectores (que representa). No es cierto que la función del representante en una democracia tenga que ser pasiva.” Su mérito no es sólo modificar unas políticas centradas en favorecer clases sociales y económicas privilegiadas por otras focalizadas a atender los problemas reales de las clases más castigadas por la crisis y el sistema capitalista, sino también dotar de un lenguaje, unos valores y un simbolismo a esta masa de población cuya implicación en el sistema debe garantizarse para reformarlo.


Lejos de la cultura socialista, acostumbrada a ilusionar, pero que cuando entra a gobernar demuestra sus limitaciones como partido del sistema, pero también lejos de una Izquierda Unida que cuando ha entrado a formar gobiernos de coalición se ha convertido en una mera muleta sin incidencia real en las políticas y ha traicionado muchas veces sus propios postulados. Compromís está explorando una nueva manera de hacer política: defendiendo la pluralidad, el diálogo, rindiendo cuentas frente a la ciudadanía, dándole relevancia al cumplimiento de su programa, apostando por la transparencia, asumiendo errores, reconociendo limitaciones... pero nunca renunciando a la transformación y el liderazgo en la acción. Es precisamente esta actitud la que puede suponer un cambio en el comportamiento electoral de los votantes progresistas (acostumbrados a la desilusión y al voto-castigo), pues está consiguiendo mantener la tensión y construir un relato alentador de la participación.


Estamos ante un momento histórico de cambios en el modelo económico y social, sin referentes ideológicos claros y con un empobrecimiento progresivo de las clases más débiles. Por tanto, es vital incidir tanto en sus condiciones materiales, como construir un relato que les invite a participar de cambios estructurales. El futuro sólo se podrá mejorar contando con ellos.



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